«Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.» (Salmo 42:1)
Hay una profundidad espiritual que Dios desea que experimentemos, pero solo nosotras podemos decidir cuánto queremos sumergirnos en Su presencia. El salmista expresa este anhelo con palabras llenas de desesperación: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Salmo 42:2). ¿Has sentido alguna vez esa sed de conocer a Dios más íntimamente? Ese anhelo profundo no solo viene de ti; también es el deseo de Dios para ti.
En Salmo 63:1-2 leemos: “Dios, tú eres mi Dios, yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.” Este tipo de búsqueda es intencional, es un clamor profundo desde lo más íntimo de nuestro ser.
Sin embargo, muchas veces dejamos que las distracciones o la comodidad limiten nuestra entrega. Dios busca corazones que le anhelen sin reservas, que estén dispuestos a alinear sus caminos con los de Él, aunque eso implique dejar atrás nuestros propios planes. Un corazón rendido es aquel que verá Su poder, porque «los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente de Él» (2 Crónicas 16:9).
Si no estamos viendo fruto en nuestra vida, tal vez es momento de evaluar nuestras prioridades. Dios no solo quiere llenarnos, sino también cultivarnos para hacer nuestras vidas fructíferas. La pregunta es: ¿estás dispuesta a buscarle hasta que la lluvia de Su presencia transforme tu vida?
Oración:
Señor, te necesito más que nunca. Mi alma tiene sed de ti. Ayúdame a buscarte con todo mi corazón, a rendirme por completo a tus caminos y a confiar en que tú llenas cada vacío. Cultiva mi vida para dar fruto que glorifique tu nombre. En el nombre de Jesús, amén.
Reto para hoy:
Dedica 15 minutos a estar en silencio delante de Dios, buscando Su presencia. Escribe en tu diario lo que sientas que Él te dice.

Mujer Virtuosa Devocional
Como hijas de Dios queremos ser reconocidas como mujeres virtuosas, la virtud es una cualidad de excelencia moral que impulsa a acciones rectas y dignas, y más cuando son impulsadas por el Espíritu Santo. Así lo expresó Dios a Ruth “Ahora pues, no temas, hija mía: yo haré contigo lo que tú dijeres, pues que toda la puerta de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa.” Rut 3:11
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